VIAJAR CON NIÑOS.

¡Uf! hay quien se echa las manos a la cabeza, y pensar en viajar con niños le parece algo más parecido a una tortura que a unas vacaciones. O quien cree que es una perdida de tiempo una vacaciones con niños más allá de la playa y un hotel con todo tipo de actividades para tenerles entretenidos… porque no lo van a apreciar, ni aprovechar… ¡dinero malgastado!

Yo en cambio lo veo de otra manera, creo que es el dinero mejor invertido, si lo es para mí… ¿cómo no lo va a ser para los niños?

Vaya por delante una aclaración, ¡yo no tengo niños!.. Entonces, ¿de qué hablas? me diréis muchos… pues hablo. No desde la experiencia como madre viajera, pero sí desde la experiencia de la que ha sido una viajera desde bien niña. Desde que tengo uso de razón mis padres nos llevaban en el coche a los 4 hermanos recorriendo España de arriba abajo, mi primer gran viaje fue con 6 años, un crucero por el Mediterráneo con escalas en Italia, Grecia Israel y Egipto… Mis recuerdos de aquel viaje son tan vívidos que casi puedo oler las calles de Port Said, y revivir en mis oídos aquella primera llamada al rezo que oí en mi vida en un país musulmán. Aún saboreo aquellos dátiles que probé mientras ascendíamos las escaleras de la Via Dolorosa en Jerusalén, y revivo la emoción que me contagió mi madre cuando rozó las paredes del Muro de los Lamentos. Sonrío con el recuerdo de cómo escalaba las piedras gigantes de la Acrópolis de Atenas, o como jugaba a los romanos con mis hermanos por las calles de Pompeya.

Pero no me limito a mis recuerdos y lo que aquellos viajes me regalaron… sino también  a lo que lo largo de mis sucesivos viajes por el mundo he conocido gracias a muchas familias viajeras, y lo que he disfrutado de esos niños que descubren el mundo e la mano de sus padres. Quizás por eso, de alguna manera, me he convertido en la amiga pesada que recomienda a todos los amigos con hijos a viajar con sus niños. Sin duda, si algún día soy madre, será el mejor regalo que podré hacerles, a ellos y a mí… pero vamos al artículo.

Y es que viajar con niños puede ser toda una experiencia, una aventura mayor de lo que podríamos esperar. Viajar con niños es descubrir los destinos dos veces: primero a través de nuestros ojos adultos y después a través de su mirada infantil, más curiosa, más inocente, y seguramente más flexible que la nuestra.

Viajar con niños es un viaje de descubrimiento para los pequeños de la casa, y la oportunidad para los adultos de acompañarles en un crecimiento personal, lejos de su entorno de confort, compartiendo la experiencia con ellos de la mano, ayudándoles, alentándoles, contestando a sus muchas dudas y preguntas, aunque quizás algunas nos pongan en aprieto, no sepamos responder y hasta nos darán que pensar a nosotros. ¿Por qué no compartir este viaje de crecimiento con ellos? ¿Por qué esperar a que sean mayores y que vuelen solos para que lo vivan lejos de nosotros?

Poco importa si el viaje es a la ciudad vecina, o al otro lado del mundo, la esencia es abrir los ojos a nuevas experiencias juntos. Recorrer nuevos caminos en compañía de su autenticidad infantil y acompañarlos en su crecimiento como personas, encontrando su lugar en nuestro planeta, será un regalo para nosotros, y para ellos.

¿Qué aún no te he convencido? Vayamos al detalle con unas cuantas ventajas de viajar con niños.

VIAJAR ES CONTACTAR CON OTRAS CULTURAS

El contacto con otras culturas y diferentes formas de vida desarrollará su empatía y tolerancia. El descubrimiento de culturas ajenas a la nuestra, otras razas, otras formas de vestir, otros tipos de hogar y otros transportes… es abrir su mundo, que les hará adultos más tolerantes.

Viajando los niños podrán comprobar que las sonrisas y las risas, o las lágrimas, gritos y enfados no se diferencian mucho de aquellos que conocen. Que en definitiva los sentimientos son un lenguaje internacional, empezando por la risa. Y que pueden hacer amigos muy diferentes, incluso sin hablar el mismo idioma.

VIAJAR A OTRO RITMO, A SU RITMO.

Lógicamente los niños requieren otro ritmo de viaje, aquí y allí necesitan sus tiempos de descanso, y unas horas de sueño adecuadas, sobre todo cuando están consumiendo tanta energía. Paradas más a menudo, porque cualquier cosa les detendrá despertando su curiosidad.

Esta misma forma de viajar más relajada nos permitirá a los adultos disfrutar con más intensidad el destino, no es cuestión de hacer muchas cosas en el menor tiempo posible, sino exprimir los momentos a tope, y de eso saben mucho los enanos de la casa.

VIAJAR NOS VUELVE FLEXIBLES

Romper con las rutinas durante un tiempo es bueno, acostumbrarse a dormir en distintas camas, a probar otras comidas y bebidas… es algo que como adulto sabemos que es lo que nos tocará durante un viaje. Pero a menudo sobre protegemos de esos cambios de rutina a los niños, cuando lo bueno es que pierdan ese miedo a salir de la rutina desde bien pequeños. La rutina es buena, pero el  miedo al cambio no. Y viajar significa cambia de lugar… y cambiar todo lo conocido por novedades ni peores ni mejores, diferentes. Jugar a otros juegos, aprender a vivir sin tele sin ordenador, a pasar más tiempo con la gente, y sobre todo con los hermanos y los padres.

Incluso es bueno para practicar su paciencia, …habrá que hacer colas para ver museos, monumentos o incluso parques de atracciones. Ya no es ¡lo que yo quiero cuando quiero!… es ya nos tocará a nosotros.

Por no hablar de la comida, viajando hay que probar otras comidas sí o sí. Explorar distintos platos y sabores, descubrir nuevos ingredientes y formas de comerlos puede ser muy excitante. Viajar ampliará su paladar con un sinfín de sabores, y les quitará muchas tonterías con las comidas.

VIAJAR ES UN APRENDIZAJE CONTINUO

Sin duda un viaje será la mejor escuela de verano.

Para empezar con el idioma, viajar es la mejor forma de acostumbrar el oído a otros lenguas, ayuda a perder los miedos y las vergüenzas, a practicar lo que aprenden en una aburrida lección en el colegio. Y además aprenderán muchas nuevas palabras de los distintos idiomas que descubrirán.

Es una gran lección de geografía e historia, quizás la mejor. Ya se sabe que la memoria fotográfica es importante, y que con la experiencia se aprende mejor, y viajando uno asocia lugares, historias y anécdotas del momento vivido, todo en uno, algo difícil de olvidar de por vida.

Y a veces aprenderemos, incluso más, gracias a ellos. Porque si algo no tienen los niños es vergüenza, y ellos perderán la vergüenza de hablar con extraños más rápidamente que nosotros, y lanzarán sus preguntas directas y auténticas, regalándonos el conocimiento de secretos… y sobre todo un punto de vista distinto.

VIAJAR ES APRENDER A RESPETAR LA NATURALEZA Y NUESTRO PLANETA

Conocer los animales más exóticos y salvajes, y en su hábitats naturales les dejará huella. Entenderán lo importante que es la naturaleza para la subsistencia de estos animales, y de la humanidad. Será un aprendizaje de respeto hacia la naturaleza y todos los seres vivos.

Constatarán que las fotografías que regala nuestro planeta son mejores que cualquiera que podamos ver en el ipad, en Facebook o Instagram. Nada como un bonito atardecer mecidos por la brisa marina, o acunados por una música local, o un rezo a la oración en un pueblo árabe, o por los cautivadores sonidos de la selva. Aprender que a veces las cosas más sencillas pueden ser las más hermosas y que encima son gratis.


Sí, es posible, que al pensar en viajar con niños nos invada una gran pereza, y nos abrume la expectativa de preparativos, equipaje, listas interminables de ‘imprescindibles’ , que nos echen atrás las preocupaciones por la seguridad, las vacunas, el estar tras ellos a cada rato, los berrinches caprichos, cansancio.

Pero viajar no son solo ventajas para los niños, son aún más las ventajas para nosotros, los adultos, y por seguro que esas ventajas compensarán todo ese lío de preparativos y del cansancio que se nos acumulará en cada día de viaje… Solo su sonrisa, la emoción auténtica que nos contagiarán a cada momento nos harán esa preocupación más llevadera.

Y es que también nosotros aprenderemos con los niños, empezando por esa curiosidad innata e inocente que tienen hacia las cosas que nosotros pasaríamos por alto. Nos enseñarán que a veces podemos perdernos algún monumento imperdible, pero que descubriremos algo en el camino que enriquecerá mucho más el viaje. Por que a veces hay que perderse un poco para encontrar el camino y la magia del viaje.
Y si ellos aprenderán sobre tolerancia, a nosotros nos enseñarán a mirar el mundo sin prejuicios, a través de la inocencia de su mirada infantil. Con su naturalidad nos provocarán situaciones divertidas, o embarazosas, pero que se convertirán en esos momentos épicos del viaje que nos dejarán un recuerdo para toda la vida, y aprenderemos.

Nos enseñarán que la emoción no para nunca, y que tras cada esquina cada cosa puede convertirse en motivo de sorpresa… y solo ver sus caras de sorpresa será un regalo que nos recordará aquel día en que nosotros nos emocionábamos con la misma intensidad de la cosas más sencillas, tesoros que habíamos olvidado: un bicho o un palo, un agujero en la roca, una piedra de cristal pulida en la playa que puede parecer una joya preciosa. Una nube, o el sonido del viento en la ventana. Una ola grande que nos invita a jugar, y hasta una lluvia repentina que nos invitará a correr o nos tentará a jugar en sus charcos.

Recordaremos en su compañía que el aburrimiento es solo cuestión de actitud. O que no importa cuanto falta por llegar, por más que pregunten ¡cuánto queda! porque el camino es la verdadera aventura.

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